Fermentar kombucha en invierno presenta ciertos desafíos, ya que las bajas temperaturas pueden alterar drásticamente el proceso. ¿Cómo afecta esto a nuestra kombucha y qué podemos hacer para solucionarlo?
Las bajas temperaturas ralentizan la fermentación. El rango ideal para la kombucha se sitúa entre los 20 y los 29 °C. Si la temperatura es demasiado baja, el proceso será lento y es posible que la bebida no desarrolle el perfil de sabor que buscas. Por el contrario, si hace demasiado calor, podría volverse excesivamente ácida muy rápido o incluso estropearse.
Cuando la temperatura es demasiado baja durante la fermentación, esto es lo que puede ocurrir:
Una fermentación a cámara lenta
El frío reduce la actividad de los microorganismos, lo que significa que el proceso de fermentación tardará mucho más de lo habitual. El resultado es una kombucha menos ácida y con menos gas.
Sabor plano y sin matices
Las bajas temperaturas también pueden inhibir el crecimiento de los microorganismos, lo que se traduce en una falta de desarrollo del sabor. Esto puede dar lugar a una kombucha sosa o con un gusto muy débil.
Tu SCOBY se niega a crecer
Si empiezas tu cultivo solo con kombucha madre (sin un SCOBY físico), el frío puede afectar a la formación del nuevo disco. El proceso podría alargarse mucho más de los 10-14 días habituales.
Menos bacterias, menos acidez
Las bacterias del SCOBY son las responsables de producir el ácido acético, que le da a la kombucha su característico sabor ácido. Si la temperatura es demasiado baja, es posible que las bacterias no crezcan a un ritmo óptimo, lo que dará lugar a una kombucha menos ácida.
Levaduras perezosas: adiós a las burbujas
Las levaduras del SCOBY producen el etanol y el dióxido de carbono que le dan a la kombucha su efervescencia. Si la temperatura es demasiado baja, puede que las levaduras no estén lo suficientemente activas como para generar el nivel de carbonatación deseado.
El peligro del moho acecha
Con temperaturas bajas, es posible que la kombucha no esté lo suficientemente cálida como para impedir el crecimiento de moho. Si aparece, lo verás como una capa viscosa y descolorida en la superficie.

Para evitar estos problemas al preparar kombucha en invierno, puedes tomar las siguientes medidas:
- Busca un rincón cálido: Encuentra un lugar en tu casa que mantenga una temperatura constante entre 20 y 29 °C. Puede ser cerca de un radiador, encima de la nevera o en una habitación que reciba mucha luz solar. Es crucial que la temperatura no baje demasiado durante la noche.
- Usa una manta térmica o una banda de calor para fermentación: Estos dispositivos se colocan debajo o alrededor del recipiente de fermentación para proporcionar una fuente de calor constante.
- Aísla el recipiente de fermentación: Envuelve el fermentador con una manta gruesa o una toalla para ayudar a retener el calor.
- Controla la temperatura con regularidad: Utiliza un termómetro para comprobar la temperatura de la kombucha a menudo y cambia de sitio el fermentador si es necesario. Los termómetros adhesivos son excelentes para esto.
- Ten paciencia: Recuerda que los tiempos de fermentación pueden ser más largos en invierno, así que sé paciente y prueba tu kombucha con frecuencia para ver cómo progresa.
- La limpieza es clave: Mantén limpios tanto tu zona de trabajo y utensilios como el propio recipiente de fermentación y el SCOBY. Esto reducirá las posibilidades de que aparezca moho.
- Aléjala de otros fermentos o masas: La kombucha es muy sensible a los microorganismos del aire. Si la mantienes cerca de fruta, pan, masas u otros fermentos, las esporas pueden contaminarla. Esto puede provocar que se eche a perder, sobre todo cuando la exposición es prolongada, como ocurre con la fermentación invernal.
Siguiendo estos pasos, podrás mantener unas condiciones de fermentación óptimas también en invierno. Evitarás los problemas que pueden surgir al fermentar kombucha durante los meses más fríos y asegurarás el éxito de cada lote.